No son pocas las series que hasta día de hoy he podido ver, muchas ejecutadas con tremenda maestría en muchos aspectos, mejores que mil películas ya que para mí, las series son los nuevos films, alejadas de aquellas dosis mínimas que nos distraían pero olvidábamos, ahora son como un libro que no puedes parar de leer, o más bien, algunas. Sin duda, la que me trae a hablar aquí para mí es la mejor serie que he visto en estos últimos años de grandes producciones, vuelvo a este portal invisible a hablar de la visibilidad una vez más.
La historia
The Handmaid’s Tale (Los cuentos de la criada) presenta una distopía, pero se nutre de la realidad, tanto que sorprende que esté dirigida por un hombre (Bruce Miller) pero comprensible ya que es una adaptación de un libro bajo el mismo nombre escrito por Margaret Atwood en 1985. y tan dolorosa que cuesta ver cada capítulo sin llorar de rabia. A ninguna mujer la dejará indiferente, todas apretaréis los puños y los dientes, pero habla de nosotras.
En un mundo como el actual, con poso patriarcal y machismo, una agrupación que parece gubernamental en los EEUU, decide actuar ante una realidad que a mucha gente a día de hoy sigue asustando: las mujeres apenas dan a luz, las que lo hacen muchas veces pierden al neonato. No especifica cómo se llega hasta tal punto, pero no es exagerado pensar que el propio capitalismo y cómo rompemos la tierra mientras nos pasamos las monedas de mano en mano y el propio fluír de la vida, llegue a este. Pasando de elucubraciones, la sociedad está asustada y escandalizada, es el mejor momento (como cualquier hecho histórico) en que el poder de un giro, hacia el totalitarismo del hombre en concreto y el fundamentalismo cristiano. Llamarán a esta tierra Gilea. Ellas, en principio «sus semejantes» les ayudan a construír el nuevo mundo, todo revestido de pasajes bíblicos constantes que muestran a una secta, una justificación una vez más en el nombre de un dios para calmar las conciencias humanas, y como en toda religión, también hay líderes, en este caso todos y cada uno de los hombres, aún existiendo estratos sociales entre ellos. Configuran y asientan una sociedad en la que las mujeres de los hombres poderosos llamados Comandantes regirán sobre el status quo de la vida. Clasifican a las mujeres secuestrándolas de sus vidas y apartándolas de sus familias e hijas en fértiles o «inservibles» para su cosificación biológica. En este segundo lugar no deja muy claro qué hacen con ellas, matarlas o, si son mayores, se convierten en las tutoras de aquellas que son jóvenes y fértiles, siendo cómplices y perpetuando el cambio y su asentamiento, consiguiendo un rango más alto, como en toda casa con criadas existen las encargadas. ¿Asustadas? aún no lo suficiente.
Todas las criadas llevan un uniforme con togas rojas y sombreros blancos (casi como mezclar algo de Dior con los amish). El blanco significa la pureza, el rojo la sangre, no están escogidos al azar. Las superiores (o todas aquellas no válidas para la gestación) visten el color gris, el color de los nadie. Las mujeres de los comandantes visten de verde en todos sus tonos, verde como esperanza para recibir una niña no engendrada biológicamente. Todo el juego estético de colores está muy bien conectado entre sí, los detalles están cuidados a nivel casi preciosista que puede recordar a muchos directores, pero me atrevo a enterrarlos para citar en mi memoria la película Innocence de Lucile Hadzihalilovic. Sorrentino estaría contento porque la puesta en escena y el tratamiento fotográfico juegan mejor que él lo hizo con su Papa. La interpretación de Elisabeth Moss (Offred) e Yvonne Strahovski (Serena) es perfecta dada la complejdad del tema a tratar. Os gustará saber que Samira Wiley aparece en el papel de lesbiana en la serie como PUNTO A FAVOR.
Es una serie que habla de machismo y feminismo y que también habla de clases, aunque esto pasa a ser algo secundario. Cada hogar recibe unas cuantas criadas rojas, las encargadas de ser violadas en su etapa más fértil por el Comandante de la casa. Son violadas, tumbadas entre las piernas de las esposas, todo realizado mediente rituales para revestir la violencia de espiritualidad y complacencia. Mientras tanto realizan sus «tareas» en parejas, sin poder hablar entre ellas, ni nombrarse (reciben nuevos nombres en las casas como las monjas en los monasterios). Vigiladas por los llamados ojos (Hola V de Vendetta, encontraréis varias referencias) y tipos armados que revisten siempre las calles. La historia reduce a las mujeres hasta la nada, haciéndolas casi olvidar quienes eran o si existió alguna libertad antes.
La serie es una delicia visual por la conexión cromática, el estilismo y la fotografía, pero ya está. La llaman distopía, a saber, aquella historia de una realidad que no existe configurada en un futuro en base a valores actuales. Yo prefiero llamar a las distopías hipótesis futuras o realidades encubiertas, no es un género de Cuarto Milenio sino uno tras el que criticar al sistema sin pillarse los dedos. Sin embargo, pese a que quiera representar una distopía no es más que la acumulación de nuestra historia, las de todas las mujeres, una vuelta atrás, un ahora pero sin mentiras, un futuro si no hacemos algo por nosotras.
La realidad
No es una serie divertida, es una serie dura de ver, sobre todo como he dicho, para nosotras, las que hemos sido tratadas como las nadie, las que estamos sometidas constantemente a la violencia patriarcal.
Se decide sobre nuestros cuerpos, se dispone de ellos, se nos ha preparado como un ejército machista para linchar a quien se escapa de las normas capciosas que nos han hecho tragar desde que nacemos, se nos ha preparado para juzgarnos a nosotras mismas, para hacernos daño y poder hacer daño a la de al lado, para comprenderlos y apoyarlos a ellos, para estar limpiando su sombra. Todos los días los hombres violan a las mujeres, todos los días un hombre asesina a una mujer, todos los días hay un chiste de un hombre que habla de los límites del humor para mecer su machismo en una publicación, todos los días nos asustamos, nos abren heridas y nos las lamemos con lágrimas. Los hombres ya nos maltratan, ya vivimos bajo ese totalitarismo patriarcal apoyado en las interpretaciones machas de las religiones, ayudando a que todo sea fundamentalista y no racional.
Se discute sobre prostitución y vientres de alquiler mientras pasamos de un capítulo a otro de esta serie. Se nos niega constantemente la libertad sobre nuestro cuerpo y ante todo, la seguridad en nuestro día a día. Los hombres y los estados, el poder masculino siempre se ha creído nuestro dueño y así lo ha demostrado.
Asustaos, como yo, porque The Handmaid’s Tale no es una distopía, es otra forma de contar nuestra historia, es una realidad palpable, es una realidad futura.
Pelear todos los días hoy quizás nos haga no ser esclavas del mañana, aunque llevemos cadenas del ayer. Siempre habrá resistencia.
Os dejo un enlace sobre qué opina Margaret Atwood del tratamiento de su libro y adaptación a la serie
También os informo de que se renueva segunda temporada para 2018, así que podremos seguir viéndola, no sin antes por mi parte merendarme el libro YA.